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Editorial
Funciones de una crisis II
ACTUALIZADO 27.01.2013 - 7:12 pm
Se ha establecido que la crisis del PRD, que lo condena a una inevitable división, es un requisito funcional que le garantiza al PLD cerrar el circuito del poder total que lo hace partido único y hegemónico del sistema, y de paso asegura su triunfo electoral para el 2016, cuando su figura líder, Leonel Fernández, se apreste a concurrir a ese certamen electoral.
Esa interpretación no se antepone, sino que se complementa, con la historia de ese partido caracterizada por los conflictos internos que lo han llevado a las divisiones de sus dirigentes. Esa historia describe la imposibilidad del PRD de organizar la convivencia sobre la base de respetar la democracia interna como fuente de legitimación, pese haber sido el más formidable instrumento de lucha por la “libertad y la democracia” dominicana.
Esas debilidades organizativas, precisamente, han sido aprovechadas por un partido que como el PLD ha logrado construir un poder hegemónico sobre la base de haber creado durante su gestión las dos condiciones materiales en las que se apoya el “totalitarismo” unipartidista: la conversión de su cúpula dirigencial en parte poderosa de la clase económica; y correlativamente su apropiación de todas las fuentes del poder político institucional del Estado.
Qué hacer
En ese contexto controlado por el PLD y que determina la división inevitable del PRD, qué podría hacer este partido. Veamos: en el probable escenario de que el PLD decida definitivamente otorgarle a la facción de Miguel Vargas la propiedad de la franquicia, dadas su escasa legitimidad social y su reducido atractivo político, el futuro de esta facción es la de convivir parasitariamente con el PLD, tal como sucediera con el PRSC. De esa manera, se garantizaría el triunfo estadístico y la continuidad indefinida del PLD en el poder.
Consecuentemente, la facción del PRD despojado deberá desmontarse de la partidocracia clientelar y oportunista y volver al plano de la verdadera política retomando sus fundamentos, y aplicando para ello una estrategia que asuma a lo interno: restablecer los mecanismos que garanticen la democracia interna; reestructurar la organización adecuándola y simplificándola; y de modo específico, mantener la prohibición de que las autoridades aspiren a cargos electivos.
A lo externo, actualizar su misión a favor de la democracia redefiniendo su visión y objetivos frente a la amenaza que encierra la hegemonía totalizante del PLD, promoviendo aquellas iniciativas electorales y políticas que garanticen una real separación de poderes, mayor igualdad de condiciones y una transparencia que garantice una mayor moralidad y tolerancia en el ejercicio de las funciones públicas. Asimismo, definir un modelo de gestión pública conectado con una adecuada visión del desarrollo, que levante la “esperanza nacional”, y que inspire una movilización de masas a la que converja todo un movimiento social renovador, con participación destacada de la juventud, que desmantele todas las amenazas que atentan contra la democracia y el desarrollo dominicanos.
¡Ese es el camino del reencuentro del PRD histórico!
Esa interpretación no se antepone, sino que se complementa, con la historia de ese partido caracterizada por los conflictos internos que lo han llevado a las divisiones de sus dirigentes. Esa historia describe la imposibilidad del PRD de organizar la convivencia sobre la base de respetar la democracia interna como fuente de legitimación, pese haber sido el más formidable instrumento de lucha por la “libertad y la democracia” dominicana.
Esas debilidades organizativas, precisamente, han sido aprovechadas por un partido que como el PLD ha logrado construir un poder hegemónico sobre la base de haber creado durante su gestión las dos condiciones materiales en las que se apoya el “totalitarismo” unipartidista: la conversión de su cúpula dirigencial en parte poderosa de la clase económica; y correlativamente su apropiación de todas las fuentes del poder político institucional del Estado.
Qué hacer
En ese contexto controlado por el PLD y que determina la división inevitable del PRD, qué podría hacer este partido. Veamos: en el probable escenario de que el PLD decida definitivamente otorgarle a la facción de Miguel Vargas la propiedad de la franquicia, dadas su escasa legitimidad social y su reducido atractivo político, el futuro de esta facción es la de convivir parasitariamente con el PLD, tal como sucediera con el PRSC. De esa manera, se garantizaría el triunfo estadístico y la continuidad indefinida del PLD en el poder.
Consecuentemente, la facción del PRD despojado deberá desmontarse de la partidocracia clientelar y oportunista y volver al plano de la verdadera política retomando sus fundamentos, y aplicando para ello una estrategia que asuma a lo interno: restablecer los mecanismos que garanticen la democracia interna; reestructurar la organización adecuándola y simplificándola; y de modo específico, mantener la prohibición de que las autoridades aspiren a cargos electivos.
A lo externo, actualizar su misión a favor de la democracia redefiniendo su visión y objetivos frente a la amenaza que encierra la hegemonía totalizante del PLD, promoviendo aquellas iniciativas electorales y políticas que garanticen una real separación de poderes, mayor igualdad de condiciones y una transparencia que garantice una mayor moralidad y tolerancia en el ejercicio de las funciones públicas. Asimismo, definir un modelo de gestión pública conectado con una adecuada visión del desarrollo, que levante la “esperanza nacional”, y que inspire una movilización de masas a la que converja todo un movimiento social renovador, con participación destacada de la juventud, que desmantele todas las amenazas que atentan contra la democracia y el desarrollo dominicanos.
¡Ese es el camino del reencuentro del PRD histórico!
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