Autor: Willians De Jesús Salvador
El poder y la vida tienen momentos críticos, y hay que estar siempre dispuesto a defender el primero y luchar sin tregua para preservar la segunda; los dos son fugaces y placenteros.
He leído la impactante noticia que el presidente de la República Bolivariana de Venezuela tiene una recidiva del cáncer que fue diagnosticado y tratado, con cirugía y quimioterapia en la República de Cuba, en junio del año 2011.
No conozco el tipo de cáncer que padece su excelencia el Sr. presidente Hugo Rafael Chávez Frías, razones por las cuales no puedo expresar mis criterios como médico sobre las perspectivas del mismo, ya que en esta materia son predecibles los resultados y las posibilidades de vida según las estadísticas médicas acumuladas en cada casuística.
El coronel Hugo Chávez ha demostrado ser un hombre de una coraza de hierro, hace apenas dos meses que se presentó como candidato presidencial, realizó su campaña y el pueblo venezolano votó mayoritariamente por él, a sabiendas que sus perspectivas no eran muy lejanas en el horizonte de la vida.
En República Dominicana, en 1998 sucedió un acontecimiento muy similar, claro está con particularidades muy distintas: el líder popular más extraordinario del siglo pasado, el Dr. José Francisco Peña Gómez. Frente a un tranque presentado entre los aspirantes a la alcaldía de la ciudad de Santo Domingo, Distrito Nacional, los estrategas y los cerebros de la sombra partidaria, decidieron que la Comisión Política y el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Dominicano lo postularan a la Alcaldía.
El Dr. Peña Gómez, quien no era ajeno a sus tristes realidades de salud, aunque su voluntad férrea, y armadura de líder siempre expresara con optimismo que lo peor había pasado, continuó al frente de las responsabilidades partidarias y enfrascado en un intenso proceso de proselitismo electoral, falleciendo el 10 de mayo del 1998 en una marcha caravana en la ciudad de Bani, Provincia Peravia.
El pueblo dominicano, generoso y agradecido por sus servicios de este político a la patria, coronó su partido con un arrollador triunfo en las elecciones que se celebrarían seis días después de su deceso, y en las elecciones celebradas dos años más tardes, también en memoria al líder y mejor orador político popular, volvió a recompensar al PRD con la presidencia de la República, representado por el ilustre estadista, Ing. Hipólito Mejía Domínguez.
La diferencia entre estos dos grandes líderes continentales, estriba en que el presidente Hugo Chávez ha designado a quien deberá sucederlo al frente del estado y al frente del partido, al vicepresidente Nicolás Maduro, quien deberá continuar profundizando la Revolución Bolivariana, y su proyecto “Socialismo del Siglo XXI”. Por su parte, la muerte sorprendió al Dr. José Francisco Peña Gómez en pleno proceso electoral, y si designaba un sucesor, corría el riesgo de perder las elecciones.
Esta impronta ha sido fatal para el PRD, porque dejó acéfalo al partido que es la más añeja solera de las instituciones políticas de la República Dominicana, fundada el 21 de enero del año 1939, en el exilio, por prohombres de verdaderos sentimientos nacionalistas revolucionarios.
Hoy el PRD es una institución fraccionada, con todos sus organismos prácticamente disueltos, una verdadera vergüenza nacional e internacional en la que predominan los egos personales, la irracionalidad política, y un ausentismo completo de respeto por sus votantes, que prácticamente alcanzan al 50 %, de los cuales la mayoría le siguen por tradición familiar y no por el convencimiento de las condiciones políticas y revolucionarias de sus dirigentes. Digamos que una especie de “piloto automático”.
El pueblo “vota” en las elecciones donde existe un escenario “bipartidista”, vota en contra del partido gobernante, cuya tasa de rechazo es lo que induce al electorado a buscar otra alternativa, a tal grado, que de partido a partido, el pueblo dominicano prefiere un PRD, con una dirección ejecutiva incapaz, a un PLD de dirección central con puño de hierro, cuyos números fríos en materia de corrupción de estado nos colocan en el lugar número 118 entre los países más corruptos del mundo, de una lista de ciento setenta y seis países.
Estamos muy orgullosos que bajamos once puestos en el “Corruptómetro Mundial”, porque aparentemente Transparencia Internacional tiene los cristales empañados. Dígame usted amigo lector, si esto no es de extrañar en un país donde los jueces no tienen la capacidad para juzgar a los corruptos –a quienes protege el blindaje del gobierno anterior–, un país donde el pueblo tiene que representar un “Juicio Popular” al presidente saliente en una plaza pública como si se tratase de una tragicomedia griega, más como tragedia que como comedia, en las plenitudes del siglo XXI.
Finalmente, queremos desearle los mayores parabienes al presidente Hugo Chávez: que Dios todopoderoso te acompañe en esta hora de lucha contra una enfermedad terrible, sabemos que tus fuerzas internas son superiores a cualquier designio prematuro en tu existencia, llena de frutos para tu adorable Venezuela y América Latina, de la cual te convertiste en un indiscutible líder por la vocación de solidaridad e identificación con los mejores intereses de todos los latinoamericanos. Yo te agradezco de manera personal y sé que también el pueblo dominicano, por el “Programa Petrocaribe.”
Presidente Chávez: ¡No te rindas!
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